PABLO DE UNAMUNO, EN EL IES CAMPOS Y TOROZOS
Adela Alfageme
Es el más pequeño de los 13 nietos de Miguel de Unamuno y no llegó a conocerlo, pero tiene referencias familiares de la personalidad cariñosa y entrañable de su abuelo, de sus juegos encadenando palabras para provocar la risa de sus hijos, de sus obras de papiroflexia (figuras de cerdo, buitre o camellos)… En definitiva, una imagen muy alejada de la de cascarrabias y gruñón que suele asociarse con Miguel de Unamuno.
Pablo de Unamuno acercó a los alumnos de 4º de ESO el pasado 28 de noviembre la figura de uno de los escritores y pensadores más importantes del siglo XX. Un hombre que hizo frente a la dictadura de Primo de Rivera y fue desterrado durante cinco largos años fuera de su adorada Castilla. Porque, a pesar de ser vasco, amó como pocos esta tierra castellana y, sobre todo, la Salamanca donde vivió tantos años y donde tuvo que dejar a su familia durante el destierro.
El nieto de Unamuno respondió a los alumnos que preguntaron sobre la búsqueda de Dios que estuvo presente a lo largo de toda su vida y su obra. Citando su epitafio nos hizo ver que esa búsqueda estaba marcada por la creencia en ese ser superior que todo lo ordena. También nos contó que el deseo de su tío siempre fue que le reconocieran por su obra poética aunque, como sabemos, su labor de pensador y novelista es la que le ha hecho perdurar.
En Medina de Rioseco la huella de Unamuno está presente en los numerosísimos cuadros que se han pintado sobre el “rincón de Unamuno”, un espacio hoy desaparecido situado en lo que hoy es el Ayuntamiento. En este caso fue Jesús Amigo el que nos aclaró que hay una leyenda que dice que allí había una posada en la que se alojó Unamuno cuando visitó la ciudad en marzo de 1932 y pudo contemplar nuestra Semana Santa. Desde entonces, se escucha en Rioseco: “Pasan los pasos y los llevan los mozos”.